Donald Trump inicia la retirada del libre comercio de Estados Unidos con la salida del Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP), un tratado de libre comercio firmado en 2015 entre Washington y 11 países más de Asia y América, entre ellos Japón, Singapur, Canadá, México, pero que fue bloqueado por el Congreso y controlado por los republicanos para evitar su ratificación.
El TPP fue diseñado por Washington para hacer frente al expansionismo chino y reducir su influencia en la región del Pacífico, dentro de una lógica geopolítica que parece no ser más la del próximo inquilino de la Casa Blanca, quien prefiere que su país acumule fuerzas al interior antes de seguir diluyéndose bajo el contexto actual adverso para su desarrollo, donde China sigilosamente sigue creciendo económicamente y militarmente.
Sólo bastó que Trump anunciara en la noche del lunes que su primera acción al asumir el gobierno sería sacar a Estados Unidos del TPP, para desatar un terremoto internacional y poner en ascuas a los inversionistas por lo que será su política comercial. Los muros económicos y físicos detrás de los cuales quiere refundar Trump su país, lejos de la entrada de millones de inmigrantes ilegales y de mercancías procedentes de China, Canadá y México, no son bien vistos por sus actuales socios, pero para él constituye el único camino para volver a hacer de su país una potencia económica.
Donald Trump dijo que en su gobierno, Estados Unidos sería primero y todo parece indicar que nada ni nadie lo harán cambiar de opinión. A pesar de que el mundo siga deseando un Trump más medido, calculador y conciliador, al ser ahora el presidente electo, todo parece indicar que no cambiará un ápice en las posiciones asumidas durante la campaña, por lo que ahora eso debería bastar para darle un poco de credibilidad en los medios, los cuales se burlaron de él durante la campaña y siguen haciéndolo sin piedad. ¿Hasta dónde será realmente un inepto?; y sí lo fuera, ¿por qué ganó la nominación y las elecciones presidenciales?
Los datos disponibles sobre el comercio de Estados Unidos indican que sus principales exportaciones son refinados de petróleo, autos, aviones, helicópteros, piezas de repuesto y medicamentos; mientras que sus importaciones más relevantes son petróleo crudo, autos, computadoras, refinados de petróleo y piezas de repuesto. En los últimos años, los destinos más importantes de sus exportaciones han sido Canadá, México, China, Japón y Alemania; en tanto que sus importaciones provienen de China, Canadá, México, Japón y Alemania.
Será difícil que Donald Trump pueda cambiar de una momento a otro la matriz del comercio internacional de Estados Unidos, pero si cierra sus fronteras al libre comercio e impone aranceles, como prometió, seguramente transformará el comercio mundial y volverá a enfrentar a México a su realidad latinoamericana, será como deportarlo de nuevo de América del Norte a Latinoamérica, diciendo adiós a las cumbres de los líderes de Norteamérica y a las enormes inversiones de las armadoras de autos en México.
Una de las principales promesas de campaña de Donald Trump fue restablecer una política comercial proteccionista para repatriar empleos, para hacer que la producción y la innovación vuelva a Estados Unidos, ya sea de la metalurgia, la industria automotriz o farmacéutica, como lo señalara en su vídeo difundido el lunes por la noche, cuando anunció las seis reformas que implementará su primer día de gobierno.
El abandono del TPP abre la puerta decididamente a la entrada de Estados Unidos a una nueva era del proteccionismo, la cual presagia un reacomodo del comercio y el surgimiento de un nuevo regionalismo comercial, particularmente en Asia y América Latina. Ahora, los amigos de Washington tendrán que comenzar a diseñar sus vidas sin Estados Unidos, pensar y actuar por ellos mismos, aprender a moverse dentro de una geopolítica donde nadie les marcará el camino a seguir, donde serán sus intereses los que lo hagan.
Pero si el 20 de enero, junto con el invierno congelante, Trump llega a Washington y se instaura el proteccionismo comercial, Estados Unidos le habrá hecho un enorme regalo a China, pues este país que ya es prácticamente el primer exportador mundial, podrá poner en marcha sus proyectos integracionistas en Asia y América Latina, bajo las mismas reglas comerciales sobre las que se han firmado los acuerdos comerciales hasta ahora en los países occidentales.
China podrá a traer nuevos países en su órbita, entre ellos México, si Trump cumple su promesa de gravar las importaciones procedentes de México con derechos de aduana del 35%. ¿Adónde irá México, cuando pese a sus 16 tratados comerciales firmados siempre ha visto hacia el norte y se ha olvidado del sur en los últimos 23 años? ¿Seguirá los pasos de Perú, Ecuador y Costa Rica, al firmar un tratado de libre comercio con China?
Es cierto que el lunes el presidente electo no dijo una sola palabra sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado por Estados Unidos, Canadá y México, los tres países de América del Norte, pero quién puede afirmar ahora que él está interesado en mantenerlo y que no tiene planes de aumentar los aranceles para aquellos productos como los autos, los cuales constituyen la parte fundamental de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos y pueden fabricarse de nuevo en ese país.
El desarrollo de la industria automotriz en México ha sido gracias al TLCAN, a los bajos costos de producción que han atraído a las armadoras de todo el mundo, no para vender autos en México sino para exportarlos a Estados Unidos y Canadá, obteniendo enormes ganancias por la sola explotación de las ventajas comparativas entre ambos países. ¿Qué pasa si descontamos los millones de dólares de inversión extranjera del sector automotriz llegados a México en los últimos años?, ¿qué es lo que queda en realidad?
También es verdad que hasta ahora, Donald Trump no ha mencionado nada referente al muro fronterizo que pretende construir entre México y Estados Unidos, el cual comenzó a edificarse desde el gobierno de George W. Bush en 2005; tampoco habló de los millones de mexicanos indocumentados que quiere deportar ni de los impuestos a las remesas. ¿Pero quién puede afirmar que Donald Trump de la noche a la mañana ha cambiado de opinión y ahora es amigo de México?
Sería mejor hacer caso a sus promesas de campaña, entender que el mundo está cambiando y es necesario comenzar a diseñar el futuro de México sin Estados Unidos, algo que siempre quisimos hacer pero nunca supimos cómo, a lo que Trump felizmente puede contribuir ahora.
Por: José Luis Ortiz Santillán
Economista, amante de la música, la poesía y los animales. Realizó estudios de economía en la Universidad Católica de Lovaina, la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba. Se ha especializado en temas de planificación, economía internacional e integración. Desde sus estudios de licenciatura ha estado ligado a la docencia como alumno ayudante, catedrático e investigador. Participó en la revolución popular sandinista en Nicaragua, donde trabajó en el ministerio de comunicaciones y de planificación. A su regreso a México en 1995, fue asesor del Secretario de Finanzas del gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, y en 1998, fundador del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.