Después de concluida la Segunda Guerra Mundial, el raciocinio de las grandes potencias del bloque capitalista y socialista se basó en una escalada armamentista que pudiera disuadir al contrario de querer iniciar la Tercera Guerra Mundial, porque ello implicaría la destrucción total de la vida humana en el planeta. La lógica era que entre más armas más paz, pero ello no fue cierto y, en una especie de acuerdo tácito, las potencias del bloque capitalista y socialista iniciaron guerras convencionales como Corea, Vietnam, Afganistán o Irak.
El impasse nuclear era claro, mis únicos y queridos lectores, después de 1945 el bloque capitalista y el socialista continuaron en guerra, lo mismo en la carrera espacial que en las zonas de influencia geopolítica, en la crisis de los misiles en Cuba, que en el golpe de Estado en Chile. La Guerra Fría, en realidad, era una guerra caliente.
La guerra de los aranceles abre la Tercera Guerra Mundial y si alguien piensa que se trata sólo de una guerra de mercados, déjenme recordarles que la Alemania nazi inició la Segunda Guerra Mundial porque era una potencia joven que había llegado tarde al reparto de los mercados internacionales, ¿esto les suena nuevo?
Como siempre, en la disputa por la manzana, las economías emergentes se encuentran supeditadas a los apetitos de las grandes potencias. México no escapa a ello y se apresta a vivir momentos de crudeza económica, como si se tratara de un nuevo capítulo de una pandemia de mercados como la que hizo colapsar al mundo durante la explosión de la Segunda Guerra Mundial.
En Hidalgo también nos aprestamos para esta Tercera Guerra Mundial. El diseño del Plan Hidalgo y el fortalecimiento del mercado interno es una estrategia que ya desarrollan la mayor parte de las economías emergentes en el planeta. Producir y consumir lo que se produce no expande el horizonte del mercado, pero funciona como un proceso “válvula de escape” a las presiones económicas, sólo que este esquema tiene límites porque en la lógica capitalista, aunque sea en Hidalgo, cuando un mercado no puede expandirse, la tasa de ganancia decrece y experimentará tarde o temprano una crisis.
El capitalismo es golpeador del mercado por esencia, pese a que existen imbéciles como Javier Milei en Argentina que cree que libertad y libertad de mercado son la misma cosa. Si analizamos la libertad jurídica de la que “gozamos”, podemos percatarnos que se impone con el monopolio de la represión legal del Estado; por lo que la violencia siempre está presente. Lo mismo ocurre con la libertad de mercado.
Analicemos esta Tercera Guerra Mundial desde su violencia.
Desde Washington, la imposición de aranceles al mundo lo violenta porque al contraer el flujo económico se pierden empleos que dañan la estabilidad personal, familiar y social. Una persona que pierde su empleo, comienza a colapsar en una serie de equilibrios mentales y en sus relaciones personales, al grado que puede quedar proscrito en una familia, siendo acusado permanentemente de ser una carga y, lo que es peor, de erosionar el equilibrio familiar y social.
La crisis de 1929 fue tan brutal que dio paso a la Segunda Guerra Mundial. En aquella época, una de las pocas personas que personalmente admiro, Chaplin, el gran cómico del cine mudo norteamericano, produjo la película “Tiempos modernos”, donde hace una crítica al maquinismo y su nexo con el desempleo y la estabilidad social; en aquella época, Chaplin fue perseguido por la CIA en Estados Unidos por ser acusado de agitador y comunista. En realidad, Chaplin era un humanista que veía que las crisis económicas vulneraban a la humanidad.
Hoy entramos a la Tercera Guerra Mundial, donde Estados Unidos ha iniciado una escalada de aranceles; esta vez no iremos a una guerra nuclear (porque la inteligencia artificial se encuentra “controlada” para no activar misiles nucleares), porque, entonces, ya no habría disputa de mercados debido a que ya no existiría humanidad.
Empero, algo les vaticino, mis únicos y queridos lectores, llegará el día donde se presente una conflagración nuclear.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.