El pasado 9 de marzo se cumplieron dos años del fallecimiento de Araceli, una maestra de preescolar que disfrutaba impartiendo clases a los niños en Pachuca. Tras su muerte, familiares interpusieron denuncias por violencia y omisión de auxilio, así como por su deceso y contra quien resulte responsable. Sin embargo, los avances en la investigación han sido lentos y el acceso a la verdad sigue sin concretarse.
Ellos han enfrentado a un sistema de justicia que desde el inicio no aplicó la perspectiva de género. Describen esta lucha como un proceso constante de idas y vueltas, entrega de oficios y respuestas evasivas de las instituciones. «No nos llames, nosotros te llamamos», fue la frase que recibieron al ingresar un oficio al Poder Ejecutivo.
«Hemos estado insistiendo y resistiendo en las instituciones para pedir que hagan lo que les toca, cosa que no nos corresponde», expresaron en una entrevista para Effetá en las instalaciones de la organización “Yo te creo”, que les ha brindado acompañamiento y contención emocional.
Para sus hermanos, el dolor de su pérdida es inmenso, pero lo describen como un sufrimiento aún mayor el enfrentar un sistema sin sensibilidad ni perspectiva de género. «Deficiente en todas sus formas», añadieron.
«El impacto a nivel emocional es incalculable. Sus padres, sus hermanos, sus sobrinas, sus alumnos, sus amistades y demás seres queridos hemos sido afectados de manera importante», señalaron.
Los hechos que derivaron en la muerte de Araceli comenzaron el 1 de marzo de 2023. Un día antes, la joven había comentado a una compañera sobre una situación en su relación sentimental. Esta versión se confirmó con los mensajes encontrados en su teléfono celular, hoy una de las principales pruebas en manos de la Procuraduría General de Justicia de Hidalgo.
Durante los meses que vivió con su pareja, su comportamiento cambió drásticamente: se alejó de su familia y amigos, y sus compañeras de trabajo notaban constantemente moretones en sus brazos, además de verla distraída con sus estudiantes.
La noche del 1 de marzo de 2023, alrededor de las 19:00 horas, Araceli y su pareja discutieron. A la mañana siguiente, él avisó a una maestra que ella no acudiría a trabajar porque se sentía mal. No fue sino hasta las 14:30 horas cuando notificó a su familia que Araceli no reaccionaba. «Dejó pasar más de 12 horas para auxiliarla», denunciaron.
Cuando llegaron a su domicilio, a dos calles de la casa paterna, la encontraron agonizando, con un tono morado en la piel y casi sin signos vitales. Fue su familia quien, en un taxi, la trasladó al hospital del ISSSTE, donde fue diagnosticada con muerte cerebral. Finalmente, falleció el 9 de marzo.
A la fecha, las carpetas de investigación no han sido judicializadas. Con la insistencia de sus allegados han logrado que pruebas clave, como el celular de Araceli, fueran remitidas al área especializada en delitos sexuales y violencia familiar para un análisis más exhaustivo.
Su exigencia es clara: que la investigación se realice con perspectiva de género y que se consideren todos los elementos necesarios para que se haga justicia.