Más de un tercio de la población en Hidalgo, el equivalente a más de un millón de personas, vive en condición de pobreza.
Esta cifra brutal tiene como corolario la pregunta: ¿cómo se genera la pobreza?
Cualquier economista del absurdo y subjetivista les dirá que la pobreza se presenta por recursos escasos (insuficientes) de un núcleo social; como definición, esto es tan pobre como su concepción, porque sólo indica un efecto, no la causa.
Como dijo Nietzsche sobre el crepúsculo de los ídolos: “no debemos confundir las causas con los efectos”.
Mis únicos y queridos lectores, les develo el hilo negro y el agua tibia sobre cómo se genera la pobreza: control político del Estado.
La pobreza es un efecto del control político del Estado del capital, que desde sus élites políticas y económicas -que son juez y parte en el control de los poderes públicos disfrazados o no de democracia- lo utilizan para reproducir y concentrar la riqueza, evitando con ello que exista simetría de riqueza y distribución equitativa de la misma en una sociedad.
Por décadas se nos han referido estupideces que ningún economista sensato aceptaría, y mucho menos un psicólogo docto, sobre que la riqueza que tiene y detenta la minoría de la población mundial se debe al trabajo y esfuerzo honrado y a su brillante inteligencia y que la pobreza se debe a seres que no trabajan, que son flojos y de baja o nula inteligencia. Por si fuera poco, a esta mamarrachada, existen quienes le agregan que los pobres son conformistas y seres inútiles en la vida.
En esta estela de podredumbre ilusoria, existe quien piensa que el Contrato Social o Constitución marca un piso parejo en la redistribución de la riqueza y oportunidades sociales; perdón por la risa que esto me causa, pero apelar a este argumento es poco menos que creer que Vicente Fox y Enrique Peña Nieto son hijos de Albert Einstein; siendo que a Vicente Fox le apodaban el 40 porque era cinco veces más pendejo que el chavo del 8 (5×8=40).
La propiedad privada y su amparo en pocas manos en la producción y control del mercado concentra riqueza y, por ende, quien la concentra no la comparte. La ecuación es simple: propiedad privada más concentración de riqueza igual a pobreza social.
Entraría en la explicación del fenómeno de la plusvalía y la riqueza originaria, pero esto no es una cátedra, es un desparpajo a la conciencia.
El acto que hace posible la concentración de la riqueza se llama Estado. El Estado en manos de un grupúsculo social que para fines doctos se llama burguesía (seres que se desprendieron de los burgos-aldeas y que formaron una clase de comerciantes en la Edad Media), utilizan el Contrato Social o Constitución para que la ley y el aparato de represión legal impida en cualquier momento que el pueblo pobre le arrebate por derecho humano la riqueza al grupúsculo rico. Acertaron si lo estaban pensando, la riqueza es un efecto del control político de la burguesía del Estado.
La paradoja del caso estriba en que pese a que el grupúsculo social de la burguesía controla el Estado y maneja a su antojo el Contrato Social, no le basta con eso y utiliza el robo, el despojo y la corrupción para arrebatar cualquier espacio que pueda generar riqueza, si no pregúntenle a los ejidatarios, a los pueblos originarios e, inclusive, a los pobres de Santa Fe que les quitaron sus tierras para crear centros comerciales y fraccionamientos bajo el apetito de una burguesía que percibió que el espacio y el aire era más limpio allí en Ciudad de México.
Podría pasar horas narrando las tropelías políticas del uso del Estado para generar riqueza y pobreza desde el control político.
La pobreza no es producto de recursos escasos de los seres humanos, es un efecto del control brutal, rapaz y abusivo de una clase en el poder que disfraza sus actos de democracia y que, históricamente, concentró la riqueza y perpetuó la pobreza a sangre y fuego, haciendo de la desigualdad social el instrumento de su hegemonía política.

Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.