Suelo refugiarme en la filosofía política porque me permite no sólo defender mis principios intelectuales, sino porque me brinda elementos para salir del marasmo de una realidad cruenta que intenta acuchillar a México y al mundo en estos tiempos de cambio político: el conservadurismo de las élites.
Mientras la presidenta Claudia Sheinbaum habla de apertura política, inclusión social y democracia, la todavía senadora Lilly Téllez despotrica desde el Senado contra las reformas políticas que se constituyen en instrumentos reivindicatorios de los que menos tienen y una verdadera transición del sistema político hacia la democracia.
Si observamos los signos de recomposición política en el país, la gestión de proximidad ciudadana desde las Rutas de la Transformación en Hidalgo del gobernador Julio Menchaca, son un signo de la construcción de una democracia que apela a la concordia y dignidad del pueblo desde una fuerza política que ha tocado tierra y conciencia social, sin que, hasta ahora, la oposición haya apoyado estas directrices políticas de este gobierno de alternancia en Hidalgo.
Por ende, para las fuerzas del antiguo régimen es menester crear mitos y fantasías que traten de asustar a la ciudadanía con fábulas como “la izquierda va convertir a México en Venezuela”, “vamos a la bancarrota”, “vamos a perder la libertad y la democracia”; todas, monsergas que día a día en una retórica sórdida, Lilly Téllez se encarga de proferir, enrareciendo el trabajo del Senado e intentando crear un clima de desencuentro social que le devuelva el poder a las fuerzas de la oposición.
Hasta ahora no existe un solo pronunciamiento, discurso o retórica de las y los personeros de la derecha que pueda causar, seriamente, un ámbito de crítica política, cuyos argumentos nos permitan entender cómo construir ese México en el que prevalezcan mayores simetrías de oportunidades sociales y un ejercicio público de máxima reivindicación social.
A contracorriente, la actuación de la presidenta Claudia Sheinbaum ha ido paulatinamente cerrando las críticas mordaces como las de Lilly Téllez, creando un programa de gobierno que lo mismo ha disminuido la edad para que las mujeres asciendan a un pensión, que ampliando la protección a las mujeres indígenas y creando las bases de un sistema de seguridad pública que está teniendo que enfrentar los resabios de la corrupción e impunidad del antiguo régimen; pero este tipo de acciones gubernamentales no son escrutadas por la derecha con crítica política de altura científica, sino impugnadas sin la veracidad de la crítica política a la que están obligados a encauzar y responder.
Como decía mi extinto profesor de la UNAM, Gabriel Careaga Medina, un sociólogo brillante -que por cierto recomiendo su lectura, pero en especial dos libros: “Mitos y fantasías de la clase media en México” y “Los espejismos del desarrollo”-: los mitos y las fantasías son inherentes al desarrollo humano, pero hay que extinguirlos con la crítica intelectual, porque suelen ser peligrosos y dolorosos cuando se pretende instaurar el autoritarismo y las dictaduras, tal y como sucede con los mitos y fantasías de la senadora Lilly Téllez.
La mitología política que han instaurado los hacedores de milagros del antiguo régimen, y que hoy sucumbe ante el despertar del pueblo, debe ser el epitafio a ese Estado y casta política que degradó por décadas la vida de las y los mexicanos. Un solo espíritu debe prevalecer: la conciencia instruida y la politización del pueblo.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.