La cabeza debe pensar antes de poner a funcionar la lengua y, cuando no se puede apelar a la razón científica, la moral surge como la espada de los sectores sociales que esconden la cabeza frente a la racionalidad.
La ministra Norma Piña en la SCJN se ha quedado sola frente al embate de las fuerzas de la derecha que esconden la cabeza y no dan la cara frente a su “deber histórico” de representar sus intereses de clase que han sido derrotados no sólo en plano electoral, sino en la moralidad que dice tener en la conducción política del Estado.
¿Dónde están los reclamos de esa derecha en Hidalgo y la nación que salió con autoridad moral a las calles para manifestar que la democracia y la libertad habían sido transgredidas por el gobierno de AMLO y Julio Menchaca?
¿A qué obedece el golpeteo contra la magistrada Rebeca Aladro para denostar su función judicial y al gobierno de Julio Menchaca?
¿En qué lugar queda la moral en la conducción política del PRI Hidalgo que, por décadas, sumió en la pobreza y asimetría social a las y los hidalguenses bajo un esquema que hoy se agudiza con las revelaciones de la Estafa Siniestra?
La realidad política que vivimos indica que la oposición ha perdido la visión moral del entramado público, pese a que intenta investirse en lo contrario. Se trata de la postura de la Ninfa, diáfana que no la toca el pecado y que su estela virginal le permite bendecir sus actos.
Empero, la campaña de terror mediático que ha prevalecido por la maquinaria de la oposición (que por cierto fracasó al querer hacer pasar de populismo mesiánico y fracasado al gobierno de AMLO), al igual que la actitud de traición a la patria de la oligarquía que movilizó a personeros del Poder Judicial para exigir la intervención del gobierno norteamericano para detener la reforma al PJ y, también, el financiamiento a grupos de choque por parte de esa misma oligarquía nativa como la Marea Rosa, exigen un análisis concienzudo del malestar y doble moral de las fuerzas del antiguo régimen.
Hidalgo y la moral del bastión priista
El priismo como expresión otrora hegemónica de la derecha en México, no se cansa de señalar que la institucionalización del poder fue un logro que evitó y controló los excesos de la clase política. Empero, olvida que el “dedazo” fue implantado por el PRI y que la represión política de Tlatelolco 1968 y Ayotzinapa tiene sus huellas y estelas.
¿Dónde queda la autoridad moral del antiguo régimen?
Sin duda, los acontecimientos y políticas de la oposición no juegan en su favor. Desde el intento de repartirse los puestos públicos entre Alito Moreno y Marko Cortés en Coahuila, hasta la reelección en la dirigencia nacional del PRI de Moreno y Viggiano, no se percibe un cambio o renovación moral en sus filas, y qué decir de la actitud beligerante y extraviada que protagonizó la excandidata Xóchitl Gálvez que, error tras error garrafal, no dejó espacio más que para el fracaso y derrota electoral.
El suicidio moral
Pese a la debacle de la oposición en México, no se advierte ni moralización política ni reestructuración de sus fuerzas. El estancamiento político es notorio y el deterioro de su anatomía moral parece erigirse en uno de los pandemonios entre su pasado y su presente. Es lógico, ya no se puede reescribir la historia de la nación. Por lo que las implicaciones sociales de ese México autoritario, de monarquía sexenal y que ahora le pide a la monarquía española que golpee conjuntamente con el gobierno de Estados Unidos y Canadá al gobierno de Sheinbaum Pardo, revela que la derecha se ha suicidado moralmente frente a la nación.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
