Mano dura y desafección política en el PRI Hidalgo

La mano dura se habrá de volver una constante hacia la insurgencia en el PRI Hidalgo, en la medida que la cúpula dirigente no sea capaz de presentar un proyecto alternativo de conducción de partido.

En la lógica de “el poder es mío”, una postura para la desafección política deambula en el PRI Hidalgo: el disenso político no es una opción.

 

En un cierre de filas en la cúpula del PRI a nivel nacional, Alejandro Moreno y Carolina Viggiano han dado paso a un planteamiento de ultimátum y advertencia a la estructura militante, donde no habrá contemplaciones para aquellos que encarnen disenso y cuestionamientos a la conducción del partido, ¡mano dura!

 

Semanas antes, en el Comité Directivo Estatal del PRI Hidalgo, Marco Mendoza se abocó a la tarea de plena adhesión a la reelección de Alejandro Moreno y Carolina Viggiano en la cúpula del partido. Los reflectores fueron dirigidos de manera acrítica hacia el “sufragio efectivo no”, haciendo un pronunciamiento de unidad que no fue acogido por la base militante en medio de una nueva ola de migración política, donde la defección es ya una constante de protección y aislacionismo de exmilitantes.

 

Sin embargo, la línea de mano dura” proviene de un esquema de amedrentamiento a la base militante del PRI que aún conserva cierto grado de reflexión y conciencia política, y que ha atendido a los llamados a la insurgencia partidista de Dulce María Sauri, Francisco Labastida y Manlio Fabio Beltrones, a los cuales están dirigidos los focos de reacción de las arengas de Alejandro Moreno y a la reestructuración política (ha trascendido que la insurgencia asestará un golpe a la cúpula del partido tricolor, que ha iniciado con sesiones de construcción de acuerdos y consensos al interior del país).

 

Es en este trazo, donde Marco Mendoza juega un papel oscuro dentro de la conducción del PRI Hidalgo. No ha marcado, después de la debacle electoral del pasado 2 de junio, la postura y defensa de las premisas políticas que como oposición guarda el partido que dirige, sin autocrítica y en el ostracismo político. Más aún, no se ha presentado ni siquiera una concepción o estrategia de dirección de partido, lo cual obedece a que la línea desde la cúpula dirigente no ha sido capaz de construir la estructura de avanzada política que debe dar marco a este nuevo ciclo político para enfrentar la continuidad del sexenio de Claudia Sheinbaum.

 

Es evidente que el PRI Hidalgo se encuentra en un extravío político y que las añejas prácticas de conducción se han diluido y son la dimensión de mayor peso en la derrota y enclaustramiento político que vive el partido. No existe la generación de mecanismos para encauzar las tareas de partido, como tampoco se ha planteado a nivel de la retórica un nuevo discurso político.

 

¿Cuál es la prospectiva en el PRI que habrá de primar frente al escenario de pérdida de escaños en el Poder Legislativo local en Hidalgo?

 

Cabe plantear que tampoco la fuerza de insurgencia que encabeza Dulce María Sauri, todavía al interior del PRI, condensa una propuesta clara y definida sobre el rumbo que debe tomar la estructura política del partido, que se ha vuelto comparsa famélica en el gobierno. Todo indica que los primeros meses del siguiente sexenio, seguirá en las filas del tricolor una guerra de desgaste político” entre la cúpula dirigente y las fuerzas de insurgencia.

 

La “guerra de desgaste político” que ha dado inicio en el PRI a nivel nacional ya cobra los primeros estragos en el PRI Hidalgo. La migración es una constante política en la desafección que ha generado la cúpula dirigente y el golpe de mano dura que se cierne sobre cualquier expresión de disenso a los planteamientos de conducción política. Mientras tanto, la base militante con conciencia rechaza la conducción de Marco Mendoza y advierte que el futuro político del partido se ha frustrado.

Las cartas políticas están sobre la mesa en Hidalgo.

La mano dura se habrá de volver una constante hacia la insurgencia en el PRI Hidalgo en la medida que la cúpula dirigente no sea capaz de presentar un proyecto alternativo de conducción de partido. Los pasos se han extraviado y la conducción política está acéfala de democratización en un laberinto de desencuentros internos frente al autoritarismo de cúpula que se ha vuelto una amenaza abierta para cualquier voz de insurgencia política.


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