La decadencia de los políticos del PRI Hidalgo

En la memoria de la derrota de Carolina Viggiano a la gubernatura de Hidalgo, el extravío político de Benjamín Rico, el letargo de Francisco Olvera y la simulación política de Marco Mendoza en el PRI, existen variables inconfundibles de los balances negativos que vive la clase política del antiguo régimen.

En la memoria de la derrota de Carolina Viggiano a la gubernatura de Hidalgo, el extravío político de Benjamín Rico, el letargo de Francisco Olvera y la simulación política de Marco Mendoza en el PRI, existen variables inconfundibles de los balances negativos que vive la clase política del antiguo régimen y en los que se precipita el advenimiento del incremento del autoritarismo de cúpula en la reelección de Alejandro Moreno.

 

Las vetustas arengas de las huestes del PRI sobre la no reelección y el sufragio efectivo han sido trocadas por el autoritarismo de cúpula que Carolina Viggiano y Marco Mendoza han avalado en la reconfiguración del poder vertical de Alito y en el avasallamiento de la base militante que ha sido silenciada en Hidalgo.

 

En el limbo del extravío político de Benjamín Rico priman las estelas de la carencia de conducción política de un empresario que no ha lucido por ser un interlocutor de los anhelos de su partido como tampoco de la sociedad hidalguense. Esta realidad le ha frustrado lo mismo la candidatura a la diputación federal como, recientemente, la candidatura al Ayuntamiento de Pachuca, donde, en un segundo plano, declinó la regiduría, evidencia de su precaria fuerza de conducción priista de antaño y sin ningún paralelismo con los reflectores del progresismo político que encarna Morena para la ciudadanía de Hidalgo.

 

En los entretelones de la derrota, Francisco Olvera, exgobernador de Hidalgo, ha quedado relegado de los diálogos de recomposición del PRI y su aparición en la escena política ha quedado reducida a las aspiraciones que tuvo en la pasada elección del 2 de junio, terminando en desencuentros con Sergio Baños e impugnaciones a la reelección de Alito Moreno, pero sin capitalizar políticamente su figura que, en política, advierte que ha llegado a su fin.

 

En un plano decadente, Marco Mendoza, actual líder del PRI Hidalgo, vive en el extravío y vasallaje de Carolina Viggiano. No es un conductor de partido y tampoco una voz deliberante del priismo hidalguense. Estas condiciones hacen de su carrera política una comparsa al garete, desprovista de la fuerza que otorga la consecuencia del acto y amalgamada con un creciente malestar y descrédito político de la base militante a la que “representa”.

 

En este lúgubre escenario se retrotrae la memoria de ese bastión político donde las figuras de Jesús Murillo Karam, Miguel Osorio Chong y Omar Fayad Meneses apresuraron el obituario de la desgracia priista, generando los cimientos de la caída y decadencia de la fuerza del bastión político de Hidalgo.

 

Los rendimientos políticos decrecientes de la clase política del PRI Hidalgo revelan profundas heridas sociales donde la ciudadanía ya no acepta ser conducida a ciegas y de manera acrítica, porque ha sido relegada y sesgada de la toma de decisiones y, que hoy, frente a la reelección de Alito Moreno ha sufrido una derrota más, cuando lo que debería primar es el protagonismo del cambio político en la democratización del partido tricolor.

 

La decadencia del PRI y sus políticos en Hidalgo es el ocaso manifiesto de un partido que se convirtió en el botín de cúpula, donde las prebendas y privilegios de su élite en el poder crearon hondos resabios de dolor de una base militante que ha terminado por extraviarse en la escena política nacional.

 

La reelección política de Alejandro Moreno es la radiografía de un partido en quiebre. Su decadencia es el castigo brutal de una historia escrita con sangre y fuego y que el propio Alito Moreno protagoniza traumatizando a la base militante que, por su inmovilidad y carencia de conciencia política, sufre las dudas de un partido que nació desprovisto de revolución y maniatado por la institucionalidad política.


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