Falsa productividad legislativa en Hidalgo

La productividad de los diputados se mide por cuántas iniciativas presentaron; sin embargo, hay algunos que tienen una ventajosa manera de legislar y únicamente levantan la mano para adherirse a la iniciativa presentada y así contabilizarla como propia.

El conteo de las iniciativas en el Poder Legislativo tiene sus trampas, tiene sus engaños y tiene sus conveniencias, porque es un juego de números que de acuerdo a quien los maneje puede usarlos a su favor. Pero quienes lo conocen desde las entrañas, saben que hay artilugios para abrirle la llave a la trampa y al engaño.

El cierre de la LXV legislatura deja muchas reflexiones y pasará a la historia, entre otras cosas, porque estuvo acompañada por primera vez de la alternancia en el Poder Ejecutivo, pero también por la ventajosa manera de legislar de algunas y algunos diputados, quienes únicamente tuvieron que levantar la mano, adherirse y así contabilizar iniciativas a la sumatoria de productividad.

Como cada tres años, van y vienen diputadas y diputados, la mayoría sin pena ni gloria, que terminan por no representar una rentabilidad política y, por el contrario, sólo exhiben las carencias y falta de altura en el terreno legislativo. Se ha hecho una añeja costumbre ocupar una curul únicamente para cobrar las bondadosas dietas, pero de trabajo fino pocos son los que terminan por cumplir una tarea aceptable.

Por un lado, el conteo de la productividad cada vez la prostituyen más, porque la suma de las iniciativas y principalmente las adhesiones a las mismas, se ha vuelto una manera de justificar la baja productividad legislativa, es decir, es el mecanismo que solapa la holgazanería, porque lo único que se necesita es levantar la mano para que en automático, sin haber hecho el menor esfuerzo, cuente en la productividad individual injustamente.

Sin duda, los más beneficiados son precisamente quienes menos trabajan y, como hienas, únicamente esperan a que la mesa esté puesta para servirse del esfuerzo de los demás. Al menos se espera que en la próxima legislatura, que está por dar inicio, se pueda modificar este absurdo mecanismo y, por el contrario, puedan encontrar una solución que verdaderamente pueda elevar con firmeza el nivel de productividad.

Por otro lado, implica todo un reto mantener las lealtades legislativas y poco a poco se va deshilachando lo que en un inicio se ve sólido y firme. Es decir, algo pasa cuando las y los diputados se sientan en sus curules que tan pronto se instalan, invariablemente, la mayoría flota en una engañosa burbuja que tarde que temprano se revienta y cae por su propio peso.

Prueba de lo anterior fue el Grupo Plural Independiente, que dejó al PRI para hacerse independiente y después brincar a Morena. Parecía que los 8 expriistas que renunciaron a su partido se mantendrían firmes, pero al poco tiempo de su integración decidieron hacerse a un lado Citlalli Jaramillo, Rocío Sosa y Juan de Dios Pontigo, quienes fueron leales a Omar Fayad mientras obtuvieron sus curules, pero después mostraron el cobre, pensando que tendrían mejor suerte como independientes y jamás lo lograron; lo mismo pasó con el diputado Fortunato González, quien de Morena pasó al PT para lograr un escaño que al final fue fallido; el mismo caso de Tania Valdez, quien pasó del PT a Morena, y Miguel Ángel Martínez del PRD a Morena.

Las circunstancias para la LXVI serán diferentes, porque Morena tendrá por tres años la Junta de Gobierno, que será encabezada por Andrés Velázquez, uno de los hombres más cercanos y de confianza del gobernador y de quien se espera ponga al servicio del legislativo su experiencia, su capacidad y lealtad.

La nueva legislatura tiene ante sí la posibilidad de brillar y dejar huella en la historia, tomando en cuenta que nunca antes tuvieron el poder que ahora tienen representado en el partido guinda y la sociedad espera de las y los legisladores, de una vez por todas, terminar de consolidar el proyecto transformador que les permita tener larga vida.


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