Del ajedrez político al poder de Carolina (Parte II)

Después del golpe de Estado a la vieja guardia del PRI, legitimado en la Asamblea Nacional, Hidalgo quedó a la luz de una nueva historia para construir, una vez más, un nuevo PRI que, ahora, sería encabezado por la fortaleza y destreza de Alito y Carolina, así como en la figura en las sombras y claroscuro de Marco Mendoza hasta 2032.

 El golpe de Estado que le propinó Alejandro Moreno y Carolina Viggiano a la vieja guardia del PRI trazó dos momentos de estrategia en el ajedrez político:

 

I. El golpe de autoridad y autoritarismo

El golpe de Estado a la vieja guardia del PRI requería fortalecer el poder vertical de cúpula de Alito y Carolina. Se trató de una jugada magistral que develó que la antigua casta de priistas había dejado de operar en el partido y se había vuelto decorativa y palaciega, distante del poder orgánico que concretaron Alito y Carolina. Se comenzaba a escribir una nueva historia de poder, autoridad y autoritarismo frente a la alianza opositora que tenía más dudas que certidumbres para ganar la elección del 2 de junio.

 

II. De la derrota electoral al control absoluto

La derrota del 2 de junio era previsible a partir del primer debate que protagonizaron Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, donde la oriunda de Tepatepec marcó las huellas de una contienda que privilegió la beligerancia y desgastó toda posibilidad de éxito electoral. En este escenario, Alito Moreno le pidió declinar a Máynez; todo estaba perdido y había que moverse con rapidez para asegurar, ante la derrota, el control del partido.

 

Frente a la derrota del partido ninguno de los políticos del PRI de la vieja guardia tuvo los arrestos para hacer un pronunciamiento de autocrítica y dejaron el camino abierto para que Alejandro Moreno, que ya había conversado sobre los escenarios de control del partido con Carolina Viggiano, asegurara tanto su fuero político como el manejo discursivo para perfilar el golpe final en la Asamblea Nacional del PRI. “Sufragio efectivo no, reelección sí”.

 

Nuevamente, en esos días volvió a aparecer el spot de control político publicitario del PRI: los priistas no somos perfectos, pero sabemos gobernar y damos resultados.

 

La Asamblea Nacional del PRI, análogamente, como expresó Claudia Sheinbaum refiriéndose a la elección presidencial, era un “trámite” que le daba un halo de legalidad a la reforma de estatutos del PRI para la reelección de Alito y Carolina.

 

El escenario de la Asamblea Nacional fue inmejorable y las puertas del recinto quedaron a merced del control y depuración de participantes para garantizar la “pulcritud” del evento. En ese momento desconocieron a Roberto Rico, priista de Hidalgo, al cual le propinaron una golpiza y lo dejaron fuera de la magistral sesión política. Días después, Roberto Rico curaba sus heridas frente a los medios denunciando su dolor y desconociendo a Carolina y Alito.

 

La Asamblea Nacional del PRI fue pasión y gloria. Se ungía hasta 2032 a Alito Moreno como alteza serenísima. De poco o nada había servido la derrota del PRI ese 2 de junio; mientras en la casa de enfrente, Marko Cortés trataba de convencer a los blanquiazules que había llegado el momento de romper los errores de la alianza fallida con el tricolor para iniciar una nueva historia.

 

Las veredas llevaban a Hidalgo. Carolina Viggiano reconocía la pulcritud del proceso de reelección de Alito mientras Marco Mendoza se deshacía en elogios y caravanas vitoreando el triunfo y la unidad del partido que se aprestaba a la renovación bajo el slogan “los priistas no somos perfectos, pero sabemos gobernar y damos resultados”. Claro, la derrota del 2 de junio debía quedar atrás y pelillos a la mar.

 

La eternización del poder no sorprendió a nadie. Los lloriqueos de Manlio Fabio Beltrones acusando la ilegalidad y el espectro ilegítimo del poder de Alito sólo encubrían la angustia de la vieja guardia del PRI que, en voz de Dulce María Sauri, se replegaba bajo el llanto amargo de: “se había perdido todo”.

 

Hidalgo, entonces, quedó a la luz de una nueva historia para construir, una vez más, un nuevo PRI que, ahora, sería encabezado por la fortaleza y destreza de Alito y Carolina, así como en la figura en las sombras y claroscuro de Marco Mendoza hasta 2032.


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