En la conformación de los grupos de poder en Hidalgo, la radiografía política del GPI constituye una lección histórica del uso del poder político para preservar privilegios personales y control del poder gubernamental.
El análisis crítico del GPI debe ser atendido desde la profundidad de la crisis de partidos de la oposición que no pueden dar la batalla al ascenso de Morena y que, ante el fracaso de sus estructuras de conducción de cúpula, dieron paso a profundas migraciones políticas y a la constitución de grupos de poder.
No se puede alegar -como argumentan algunos personeros del GPI, como Julio Valera- que la construcción del grupo de poder que abandera Omar Fayad estaba “en el libreto”. En todo momento, su construcción fue producto de una reacción de desencuentros que protagonizaron Omar Fayad y Carolina Viggiano; y que se profundizaron en la campaña de la oriunda de Tepehuacán de Guerrero a la gubernatura, creando un escenario álgido entre el entonces gobernador y la sucesión a la gubernatura que ya avizoraba la derrota del PRI en Hidalgo.
En este nivel de desencuentros políticos, Carolina Viggiano cerró toda puerta al diálogo con Omar Fayad, mientras los acercamientos entre Fayad y López Obrador se hicieron más notorios y constantes. La jugada política estaba echada, se trataba de la luz verde que, desde los intestinos del PRI, Viggiano Austria calificó de “la operación contra el partido desde el gobierno de Omar Fayad”, palabras contundentes que cobrarían mayor valor frente a la derrota del PRI y el ascenso del gobierno de alternancia de Julio Menchaca.
En este escenario de desencuentro y reacomodo de fuerzas en el PRI Omar Fayad ya no tenía cabida. Fue en distintas reuniones y conversaciones de cúpula donde Alejandro Moreno y Carolina Viggiano habían trazado el golpe de Estado a la vieja guardia y donde Omar Fayad percibió con claridad que debía jugar con su capital político, pero su migración a Morena no era una opción, como tampoco lo era hacia los partidos satélites porque su capital político de partidos en erosión era inestable.
El estrés que vivía la clase política del antiguo régimen se incrementó frente a la alianza entre PRI-PAN-PRD. No cabían ya las vacilaciones de antaño, pero políticos como Santiago Creel y la misma Xóchitl Gálvez incidieron en calificar al priismo de antidemocrático y, tácitamente, la alianza política se daba a juicio blanquiazul entre desiguales: los demócratas y antidemócratas.
El advenimiento del GPI se expuso en un juego de privilegios y cercanía política de sus miembros con Omar Fayad, pero sin la fuerza de grandes figuras políticas, por lo que Julio Valera -que había dirigido los destinos del PRI- ocupó el lugar principal y, en un nivel menor, lo hizo Sergio Baños, destinatario de los afectos del compadrazgo con Fayad Meneses, pero sin los arrestos de la conducción política para encabezar al GPI. Sin embargo, Baños Rubio tenía en su poder la alcaldía de Pachuca, condición de capitalización política importante pero insuficiente.
En este esquema crítico nació el GPI. No obstante, su edificación jamás visualizó el poder que podría cobrar. Le hacía falta el poder orgánico y de registro legal de un partido formal, por lo que tanto Julio Valera como Alejandro Enciso se dieron a la tarea de plantear acercamientos, lo mismo a Movimiento Ciudadano que a Morena, iniciando de forma paralela no sólo negociaciones sino un proceso de penetración e infiltración política. El cónclave con Marco Rico, líder de Morena, develó que al GPI le hacía falta la estructura de un partido político.
La brújula política en el GPI comenzaba a marcar al norte.