Nada tan doloroso como una derrota sin haber peleado un proceso electoral, cortesía de los desatinos de una clase política que fue indolente a la evolución política y cultural del país.
Santiago Creel, viejo panista que jamás logró ser presidente de la República por el partido que marcó la alternancia en el poder y que derrocó al PRI, encabeza el cuadro de campaña de Xóchitl Gálvez, quien navega al frente en esta contienda con los devaneos de la mendicidad política, pidiéndole a la cúpula de Movimiento Ciudadano que se una a la cruzada contra el morenismo, que es el enemigo de México.
De poco o nada la conducción de Creel Miranda en esta contienda política habrá de incidir en el resultado final, pues ya se apresta la continuidad de Morena en el poder y la tutela de López Obrador tras bambalinas como el líder político y moral que fue capaz de desterrar la política de escritorio y contubernio público, desatando una reacción en cadena que sometió al PRI y al PAN, cortando décadas de subyugación y empobrecimiento.
Las críticas más severas ya se ciernen sobre Santiago Creel, quien terminó aplaudiéndole al PRI su adhesión a la alianza de los desiguales y aseguró que “este PRI es distinto al del pasado”, como si se tratara de una unión que “purifica” las torpezas políticas que han llevado al hundimiento de la derecha en México.
La alianza opositora -que no se cansa de cambiar de nombre- ha querido poner la imagen de Xóchitl Gálvez como “la niña que vendía gelatinas y que superó la pobreza”, casi como sucedió con Vicente Fernández, que en su natal Huentitán también vendió gelatinas y salió de la pobreza, sólo que el cantante fue ampliamente querido, mientras que la candidata de Acción Nacional clama por aceptación social más allá de esta contienda política.
Santiago Creel no es la solución a la derrota anticipada de la alianza de los mil nombres en el proceso electoral de 2024… porque en los hechos no existe solución.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
