Cuando la ética no prima en una sociedad, la estética aparece como fuerza de la belleza revolucionaria de los Estudiantes de la Escuela de Artes que abanderan una causa mayor: extirpar el cáncer del Grupo Universidad.
No se pueden detener los procesos sociales ni con la fuerza ni con la violencia, este es el ejemplo digno que los estudiantes disidentes de UAEH que se han convertido en un movimiento estudiantil que, ahora, tienen claro que su lucha es por la reivindicación social para recuperar la universidad de las manos del Grupo Universidad.
En el viejo esquema de violencia porril y de corrupción, el rector Octavio Castillo Acosta pretende golpear al movimiento disidente condicionando el diálogo con el cese del paro estudiantil, ¿por qué los estudiantes disidentes habrían de dialogar con mordaza y las manos atadas cuando su reivindicación es justa y tienen en jaque al porrismo de la UAEH?
La reacción revolucionaria estudiantil se ha hecho sentir frente al apoyo de la sociedad hidalguense y de los universitarios de UNAM, IPN y Chapingo, que exige la destitución del rector Octavio Castillo Acosta, eje del brazo directivo del Grupo Universidad, María Teresa Paulín Ríos, directora de la Escuela de Artes, y de Esteban Rodríguez Dávila, brazo porril del CEU; pero va más allá, se trata de la derogación de la Ley Orgánica de la UAEH para “desterrar a la Sosa Nostra” y, conseguir una verdadera autonomía universitaria, así como la formación de un comité de huelga que involucre a estudiantes, académicos y personal para romper con la cooptación y opresión en la que viven.
El movimiento de los estudiantes disidentes consolida el discurso de la 4T en la transformación de las universidades a nivel nacional y cuenta con la empatía de la sociedad hidalguense que está consolidando una representatividad estudiantil inusitada como proceso de reivindicación de las banderas de democracia, libertad y plena gobernabilidad universitaria.
Sin duda, el mayor de los enroques de los estudiantes disidentes en la estructura universitaria es que se han convertido en un movimiento de revolución social, cuyos alcances ponen en la mesa de negociación la derogación de la Ley Orgánica de la UAEH y la instauración de una Asamblea Constituyente, raíz del control del Grupo Universidad, que en el despliegue de la violencia y corrupción ha secuestrado a la máxima casa de estudio por décadas.
El contexto político en el cual se desenvuelve la disidencia estudiantil es el escenario idóneo para la insurrección intelectual y orgánica del movimiento, cuya piedra angular es la conciencia universitaria a la que apela en la sociedad hidalguense y que ha manifestado al haber entendido y expresado que “no se trata únicamente de la destitución del rector Octavio Castillo Acosta o de la directora de la Escuela de Artes María Teresa Paulín Ríos, sino, del destierro de la estructura de poder de la Sosa Nostra”, condición que abre un nuevo escenario de reivindicación universitaria en la historia de la máxima casa de estudios y para el pueblo de Hidalgo.