El mundo social es desigual porque hemos creado un mundo desigual; no me refiero a la desigualdad que proviene de nuestra diferencia de natura, esa desigualdad no ofende, al lo contrario: nos advierte que nuestra diferencia es génesis de lo valiosos que somos en el pluriverso.
Construir un mundo de la igualdad social significa crear una realidad de oportunidades que satisfaga a cada persona sin ofender ni aprovecharse de la debilidad o diferencia del otro, jamás sacar ventaja que hiera o lastime a los demás y edificar estructuras sociales de colaboración e integración sin egoísmos ni veleidades absurdas.
Nuestra identidad se agiganta cuando se construye en la intención de apreciar al prójimo porque es diverso, porque aprendemos de sus diferencias que ilustran múltiples caminos, los mismos que trazamos nosotros por ser seres únicos e irrepetibles que debemos alcanzar el bienestar en la concordia del bienestar de los demás.
Tantas mujeres y hombres en la historia de la humanidad han pensado en el otro y creado caminos para que los demás encuentren su camino; han sido científicos, religiosos, trabajadores, todos con la empatía de querer entregar una palabra suave, cálida y de afecto, quizá con ese afecto que nos hace falta en la mañana y cuando vamos a dormir.
Abrir la cabeza donde está ese enorme regalo que es el intelecto de nuestra mente, es una de las mayores manifestaciones de la grandeza humana, aquella que no está reñida con tratar de entender al otro, que no vulnera ni pisa al débil y que siempre se regocija por compartir.
Abrir la cabeza para construir el futuro de la humanidad es entender que no somos enemigos, que nuestras ideas opuestas no se deben edificar para dañar a los demás, sino para proponer caminos alternos pero ciertos que permitan que, con seguridad y bienestar, los demás caminen.
Hoy, que millones de niños viven en la miseria y se prostituyen en las calles o se drogan para calentar sus cuerpos y no sentir hambre; hoy, cuando nuestros ancianos deben ser visibles y amados; hoy, que nuestros padres deben sentir el calor de nuestro amor; hoy, cuando la guerra que oprime el derecho de los pueblos a su autodeterminación mata sin misericordia, es el tiempo justo para abrir la cabeza.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
