Cuando uno trata de explicar lo inexplicable, solo existen dos escenarios: o se trata de una abstracción de corte fantástico, o es una atrocidad que ha vulnerado arbitrariamente la realidad.
¿Cómo explicar la legitimidad de la clase política tradicional que violó el pacto social? ¿Cómo avalar una democracia sin ciudadanos en el poder? ¿Cómo explicar la metamorfosis de la clase política tradicional de gusano a mariposa?
La piedra angular del proceso de sucesión gubernamental en Hidalgo marca el hecho sustantivo de que no es posible explicar la metamorfosis de la clase política tradicional para admitir que podrá ser ella misma, la que históricamente fue la hacedora de la pobreza y la desigualdad social, la que hoy pueda erradicar la pobreza y la desigualdad social, haciendo funcionales las estructuras institucionales que acusan la disfuncionalidad y anquilosamiento que presentan.
Como advirtió Luis Althusser: “La despolitización de un pueblo es la mejor forma de dominación y reproducción política de la clase que lo oprime”, por ende, nadie engaña a un pueblo, lo oprime por la violencia y la dominación del aparato de Estado, lo oprime por la ignorancia y el abandono de ese aparato de Estado, derivando en desamparo social.
No podemos imaginar una ciudadanía oprimida y en abandono sin pensar en la clase política que traza esta opresión, pero tampoco podemos pensar en la opresión sin acusar que ese pueblo oprimido no ha sido capaz de organizarse y defender sus intereses con la visión de hacer del ejercicio de gobierno, su gobierno.
La historia la hacen los pueblos, son ellos los que tienen la responsabilidad de custodiar el poder del Estado que ha creado como forma civilizatoria de respeto y derecho humano; este es el compromiso de una conciencia cierta, esta es la virtud del ciudadano: entender que el cambio social le pertenece cuando entiende que lo inexplicable tiene una sola explicación: la opresión política.
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