Hace décadas que Giovanni Sartori advirtió que la sociedad teledirigida se empobrecía a pasos agigantados en su cognición, es decir, de la comprensión sobre la realidad y sus propósitos, convirtiéndola en destinataria del engaño social.
En este escenario, el filósofo Noam Chomsky admitió que “la belleza de pensar” había pasado a un segundo término y se creaba el conductismo funcional, es decir, la comprensión de la realidad se reducía a las funciones operativas de las formas relacionales con la realidad, como el uso de una computadora, un teléfono móvil o una tarjeta de crédito, perdiéndose con ello las condiciones infinitas del análisis para recrear la sociedad.
El fenómeno creciente de los jóvenes que no estudian ni trabajan, pese a tener ambas posibilidades, encierra un efecto de ínsula social, debido a que los usos conductuales de la razón se han reducido, decretando al mismo tiempo que el mundo que los trajo a la vida tiene la responsabilidad de sostenerlos, lo cual, aun en la Edad Media, habría sido no sólo un insulto, sino un despropósito social.
Las sociedades de nuestro tiempo son menos reflexivas porque el mundo las ha liberado del peso del pensar; resulta más sencillo esgrimir opiniones sin información científica alguna, pese a que la internet parece proveer una veta infinita de información, pero si no se está formado a nivel de educación, de poco o nada sirve “bajar” un texto científico, o de cualquier tipo, si el pensamiento intelectual no lo acompaña.
Por eso, en una reunión social o fiesta, es común escuchar “¿dónde fueron tus vacaciones?”, “¿qué automóvil te compraste?”, o “¿cuál es la canción de moda?”. Tener una conversación sobre por qué la vida social es desigual, qué implicaciones tiene la depredación del biosistema, o qué implicaciones tiene en nuestras vidas la educación, son mamadas de quinto patio, anacronismos del pensamiento.
La paradoja de la sociedad teledirigida estriba en que no tiene dirección; se ha perdido en el limbo de un mundo sin porvenir y encuentra que hay que beber y comer todo hoy, porque en su escaso entendimiento se intuye que el mundo social tiene los años contados.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.