Las recientes protestas en Cuba, alimentadas en buena medida desde Miami, las cuales tienen en el centro la demanda de vacunas contra el covid-19 y de alimentos, podrían ser el inicio de muchas más acciones impulsadas por la oposición a los gobiernos progresistas en América Latina y el Caribe, así como en otras partes del mundo. Se trata de un buen pretexto que las fuerzas reaccionarias pueden empuñar para arrastrar consigo a millones de ciudadanos que han perdido sus empleos y no tienen fuentes de ingresos estables.
Todos en el planeta sabemos que el caso de Cuba es especial, pues las fuerzas reaccionarias y retrógradas están encontrando un pretexto para cuestionar el socialismo, olvidando que sin el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, este país hoy sería una potencia, en gran medida gracias a su gran acervo de profesionales, su sistema de salud y de seguridad social.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) advierte sobre el descontento que puede manifestarse en próximos meses en los países emergentes debido a los efectos de la pandemia por el covid-19 sobre la economía y los ingresos de los hogares. La sensación de vulnerabilidad, el aumento de las desigualdades y la polarización han llegado a convertirse en un riesgo latente en muchos países del planeta, lo que exige una inmediata actuación de los gobiernos; esto sin duda podría ser capitalizado por la oposición a los gobiernos progresistas, como en México.
La agencia AFP ha reproducido la preocupación de la OCDE después de analizar el caso de Colombia, y apunta que cualquier crisis económica puede degenerar rápidamente en una crisis social y potencialmente en una crisis política, pues la pandemia es un buen pretexto para potenciar un estallido social; específicamente en Colombia, las protestas han sido constantes e incontenibles, luego que la pandemia ha empujado a la pobreza a más de 100 millones más de personas.
El problema es que el descontento ya se había arraigado antes de la pandemia, incluso en los países que experimentaban un fuerte crecimiento. Desde 2008, el número de movimientos sociales en el mundo se ha duplicado, mientras que la confianza en las instituciones y entre las personas, y la fe en la democracia han decaído, provocando una cada vez mayor abstención electoral.
La OCDE señala que, desde el año 2000 las protestas se han extendido más en los países de ingresos medios, y son las clases medias las que se han movilizado con mayor frecuencia. Esto sugiere que las protestas están inspiradas en la frustración ante avances interrumpidos y expectativas incumplidas
En los países emergentes, la clase media a menudo exige democracia y mejores servicios públicos, en la medida que la desigualdad se multiplica y los sentimientos de vulnerabilidad son cada vez más evidentes. La pandemia ha reforzado estas demandas, pues ha provocado un aumento de la pobreza. Sin embargo, la OCDE apunta que esto no siempre es suficiente para crear disturbios, pues más allá de eso, un sentimiento de vulnerabilidad se ha asentado en parte de la población, donde las desigualdades económicas, políticas y culturales generan resentimiento contra los gobiernos, reforzando la creencia de que el progreso se ha detenido.
Según Alexander Pick, funcionario de la OCDE, estamos ante un debilitamiento real de la sociedad civil en muchos países. De aquí que los movimientos sociales podrían encender rápidamente un estallido y revueltas populares en diversos puntos del orbe, pues si bien es cierto que durante la crisis la población pudo acceder a un cierto nivel de protección social, esos beneficios no pueden durar para siempre, pues los Estados están endeudados y saben que tendrán que manejar esa deuda para poder pagarla en el futuro, e intentar hacerlo aumentando los ingresos fiscales podría contribuir a crear mayores tensiones sociales.
De esta forma, la crisis sanitaria por el covid-19, que ha profundizado la crisis económica mundial, ahora podría ser la fuente de disturbios sociales y provocar la caída de algunos gobiernos que, en aras de neutralizar los efectos de la crisis sanitaria, han endeudado a sus países y el futuro de sus ciudadanos, algo que el gobierno de México se ha negado a hacer hasta ahora, enfrentando las críticas de la oposición que anhela ver endeudarse al gobierno para proteger a las grandes empresas, como en 1995.
Por: José Luis Ortiz Santillán
Economista, amante de la música, la poesía y los animales. Realizó estudios de economía en la Universidad Católica de Lovaina, la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba. Se ha especializado en temas de planificación, economía internacional e integración. Desde sus estudios de licenciatura ha estado ligado a la docencia como alumno ayudante, catedrático e investigador. Participó en la revolución popular sandinista en Nicaragua, donde trabajó en el ministerio de comunicaciones y de planificación. A su regreso a México en 1995, fue asesor del Secretario de Finanzas del gobernador de Hidalgo, Jesús Murillo Karam, y en 1998, fundador del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.