43 ilusiones asesinó el Estado

No, ya no hay verdad histórica; no puede haberla porque el crimen lo oscurece todo, acaba con la vida y la grandeza, se diluyen las posibilidades del ser y, con ello, se filtran los últimos destellos de lo limpio, de la belleza del hombre en su universo.

43 ilusiones asesinó el Estado, había que hacer del crimen el bálsamo de los cobardes, había que cercenar la vida para aleccionar la voz del que repudia con verdad, esa verdad que no alcanza para llenar los bolsillos y las conciencias de los criminales, aquellos que se esconden en un puesto público y en solitario roban a su pueblo.

Ya no importa la verdad histórica, se ensuciaron los pasos de esos estudiantes, se olvidaron los atisbos de la razón social, pero de nada ha servido agazapar los hechos y los documentos, porque la savia social no los ha olvidado, retumba en su grito desesperado: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.

Sí, los queremos vivos, pero caemos de bruces ante las atrocidades del carnicero de la ley, caemos sin misericordia ante los ciegos y pusilánimes que hoy se esconden para endurecer y envilecer a esos padres que siguen gritando, aquellos que no los acallará la muerte como tampoco lo hizo con esas 43 ilusiones que esa noche de los buitres cegaron impidiendo su historia y destino.

La rabia inunda al tejido social, se aprieta el corazón y la razón, se estrechan los cantos de libertad en la tierra del águila y la serpiente, mientras los estruendos de los pasos perdidos de esos estudiantes dejan heridas en la memoria de México.

¿Se recuperará la verdad histórica? No importa, la verdad oficial no reivindica como lo hace la ternura del pueblo, ese pueblo que en su infinita sabiduría no puede ser engañado pese a que se le avasalle con la metralla o los grilletes de una cárcel, porque ese pueblo resucita en la mirada de cada hombre de paz, de cada madre que enjuga sus lágrimas en la fuerza de su corazón y con la grandeza de su amor.

El Estado asesinó 43 ilusiones, pero las hojas no las disipa el viento ni la crueldad, tampoco lo hace la mentira ni la infamia; la verdad es ese oleaje rebelde de la razón que no sucumbe en el tiempo ni en el espacio, porque sus huellas emergen de la palabra, del pensamiento, de la mirada, las cuales se escriben con la sangre en la tierra.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.