#19S, el sismo que también hizo temblar a los políticos

“Este México q vemos montado sobre escombros y desbordando centros de acopio, es el México que queremos, no el de corruptos ni huachicoleros”: Magu (Twitter @MaguMonero)

Todos aquellos que afanosamente se burlaron y denostaron a la generación de las revoluciones digitales y los textos airados de reclamo o hartazgo en los foros digitales, hoy pueden dar por perdida su batalla y su argumento.

México está de pie y conectado vía digital; los jóvenes de la generación millennial, los chicos ninis a los que nadie les apostaba porque estaban absortos en sus formas digitales y la apatía, son los que están afuera reconstruyendo un país y su narrativa, dando muestras de unidad y esperanza, mostrando al mundo la mejor cara de la identidad nacional, moviendo escombros, donando, presionando vía hashtag para que los partidos “donen” dinero. Esa gente que mucho se dijo que no tenía el valor de salir a manifestarse, hoy es la fuerza del país y la que ha dejado a un lado a una clase política inútil y rebasada por las circunstancias; es la misma gente que hoy muestra una nación solidaria que ignora y repudia el ejercicio político, y lo mejor de todo es que esa misma gente es a la que deberán pedirle su voto para preservarse con legitimidad en el poder.

Las muestras de rechazo a un sistema político que se percibe hundido en la corrupción han sido claras, han mostrado que el sistema democrático de México ya no es suficiente para garantizar la credibilidad y participación ciudadana.

México está a un peldaño de atravesar una de las peores crisis de gobernabilidad en la historia, tal como sucedió durante los grandes cambios estructurales al régimen, agravando la situación el hecho de que el siguiente año se votará por el siguiente Presidente de la República, panorama del que mucho se ha hablado pero que cambia totalmente con la tragedia que resalta los malestares cotidianos, además de un ejercicio solidario que deja rezagados a los personajes políticos.

La narrativa mexicana se engalana con un sentimiento nacionalista -descrito en el mundo digital con un simple “enchina la piel”- que manda a la lona a cualquier aspirante, ni el propio López Obrador se salva, ya que su iniciativa de donar dinero lo ha colocado en el grave predicamento de la exigencia de donar todo su dinero de campaña, lo que le arrebataría su único motor: la publicidad.

Por otro lado, las lides priistas han salido a declarar que harán un donativo de 25% del presupuesto que reciben anualmente para su gasto corriente, dejando de lado el dinero empleado en campañas, que sería una suma millonaria. Como si no bastara, Enrique Ochoa Reza ha dicho que lo entregará a su aspirante favorito, José Meade Kuribeña, quien no logró ni medio aplauso con el comercial, y para colmo de sus males sus visitas a las zonas afectadas pasaron totalmente desapercibidas; es el aspirante menos ovacionado y vinculado con el autor de “sí donamos, pero nomás poquito”.

Otro que no salió bien librado fue Aurelio Nuño Mayer, secretario de Educación Pública, quien, se dice, habría sido el de la idea de «Frida Sofía», la niña fantasma del Colegio Rébsamen, en un afán de desviar las miradas de las medidas de seguridad violadas por dicha institución y que deberían desatar responsabilidades sobre ciertos funcionarios. Se antoja una repetición del caso ABC, lo que dificulta sus aspiraciones presidenciales pero también las de colocarse como jefe delegacional de la Ciudad de México.

Al que pareció, por un momento, que la suerte le volteaba la espalda fue a Miguel Ángel Osorio Chong, que pasó un bochornoso percance al visitar Ecatepec y fue abucheado por una parte de los presentes. Aquí hay que resaltar dos situaciones: no fue un abucheo masivo -lo que indica que el funcionario de Bucareli despierta respeto-, y por otro lado, fue el único que salió a dar la cara, y esos son los políticos que en este momento pide el país.

El Frente Ciudadano de plano perdió audiencia y cámara, se rezaga en el espectáculo mediático en el que apenas comenzaba a colocarse.

Miguel Ángel Mancera Espinoza es el segundo aspirante favorecido, porque a pesar de que recaen diversos males en las autoridades de la Ciudad de México, es el que lleva mayor cobertura y el que se está dando a conocer en todo el país con mediana aceptabilidad, que en tiempos preelectorales es una gran ganancia.

De todos los aspirantes fuertes, ninguno va a salir bien librado en 2018, independientemente de lo que tengan que ofrecer o la marca que los patrocine; se trata del rechazo social de una población totalmente fragmentada que difícilmente abonará un 20-25% a quien sea el elegido, es decir, habrá un presidente con raquítica aceptación, lo que generará condiciones de ingobernabilidad.

A esta fragmentación se suma que el Poder Legislativo difícilmente llegará a mayorías que puedan validar las propuestas del Ejecutivo.

Dichas condiciones orillan a hacer cambios en el sistema político del país, con posibles escenarios que se antojan más tendientes al parlamentarismo y la diezmada figura del presidencialismo que reinó tantos años en el país.

Inevitablemente, México apuntará a un candidato con venia social más que económica, de lo contrario no generará votación a favor, y si reaparece el fantasma de la imposición será como prender fuego a la bomba de rechazo. A estas alturas la clase política deberá buscar situaciones que validen su postura ante la ciudadanía y candidatos que permitan la identificación.

Como si Manlio Fabio Beltrones fuera el oráculo del país, lo que ha repetido desde hace años parece el mejor camino a seguir: es necesario orientar el modelo democrático hacia los gobiernos de coalición -autoridades que engloben más de un sector político-, parlamentarismo y tendencia a la izquierda; México no podría resistir una figura distinta.

El aspirante deberá convencer al país que ya probó que puede unirse, que no es apático, que siente distanciamiento con la clase gobernante, que rechaza los actos de proselitismo a través de la tragedia, que tiene capacidad de comunicación y conectividad a través de las redes sociales, las cuales pueden generar tanta presión mediática que hacen ceder.

El país está orgulloso de reconocerse entre los voluntarios que saturan las zonas de desastre, de agotar los productos de supermercados, de ver las donaciones que involucran sacrificios, de cantar mientras buscan entre los escombros, de mover muros a fuerza de voluntad, de sentirse un plural, de viralizar demandas, de hermanarse con otros países, de cantar su Himno, de rendir honor a marinos y militares que arriesgan su vida en el rescate, pero también de su rechazo a la corrupción. 2018 viene cargado con un cambio generacional y mental; la fuerza de México no va a regalar ni vender su voto.